top of page
Search

Adaptándonos a nuestra propia evolución

Después de todo lo que hemos vivido a raíz de la pandemia, y la revolución que trajo el aislamiento y las precauciones en nuestras vidas, quizá puede ser absoluto decir que ante a la cercana realidad de volver a nuestra normalidad de antes, ninguno de nosotros somos los mismos. Ya sea desde los puntos más triviales como el desarrollo de nuevos intereses, hasta transformaciones laborales y de estilos de vida, cada uno de nosotros vivió a través de la pandemia una transformación que exige su propio proceso de adaptación.


Podría decir que soy de esos casos en los que los cambios fueron bastante radicales. En cuestión de meses se han predefinido mis hábitos, rutinas, planes de carrera y de vida. Y si bien sé que lo único constante en la vida es el cambio, sigue siendo una realidad que los reajustes no son fáciles.

Este proceso ha implicado muchas ausencias (incluyendo este mismo proyecto), y exploratorios. Hace unos días comentaba a un amigo cercano que en muchos sentidos, me ha costado reencontrar o entender quién soy ante tantas nuevas circunstancias. ¿A qué cosas debo renunciar para poder estar presente y disfrutar al máximo mi nuevo contexto? ¿Qué cosas de mi esencia prevalecen?

Creo que en el fondo nos resistimos tanto a los cambios porque justamente tememos encontrar estas respuestas. Queremos tenerlo todo, pero nunca renunciar a nada. Y de igual forma, no queremos navegar las incomodidades que implican adaptarnos a nuevas circunstancias y salir de nuestra zona de comfort. Es paradójico, porque si bien sé que hoy estoy mejor que antes, no puedo decir aún que me siento cómoda o feliz de estarlo. ¿Llegaré a sentirme plena en algún momento?

Por más que he investigado estos meses a través de libros, series, historias, amigos y especialistas, todo se resume a la misma respuesta: tiempo. En el transcurso de las cosas la incomodidad pasará y lograré asentarme, pues este es un proceso natural (aunque ahora mismo no lo sienta como tal). Así como los reptiles mudan periódicamente la piel, o el capullo muda su coraza para convertirse en mariposa, nosotros como seres humanos mudamos nuestra “identidad” como parte de nuestro crecimiento. Por esto no somos los mismos de hace diez o cinco años. Es más, en muchos casos, no somos los mismos de hace seis meses.

Estos procesos de muda, a diferencia de los reptiles, en las personas no tienen tiempos predeterminados y que se anclan infinitamente en nuestra individualidad. Para cada uno este proceso de renovación es distinto, sumamente dependiente a nuestra apertura, disposición, y sobre todo nuestra capacidad de desprendernos. Lo que tienen en común para todos, es que son procesos muchas veces dolorosos, que traen consigo su duelo al despedirnos de las alternativas que dejamos atrás para entrar en nuestra próxima etapa.

Aceptar estos procesos de muda es tan importante porque llega un punto en el que así como duele cambiar, también duele estar en el mismo sitio. Y cuando nos lastima más mantener nuestro status quo que arriesgarnos a un cambio, es sin duda el momento de dar un giro de dirección.


Esto no significa que estos cambios vendrán sin resistencias. Es difícil navegar nuestro contexto mientras estamos buscando estar cómodos en nuestra nueva piel. La transformación es individual, aunque su impacto es colectivo. Y en muchos casos nuestro progreso como personas implica decisiones o distanciamientos de círculos, espacios o hábitos que por naturaleza se aferrarán a nuestras versiones anteriores.


Ante esto, quiero dejarles algo que personalmente, me ha liberado en este proceso. Y es que no es nuestra responsabilidad ser una versión de uno mismo con la que no ya no hay afinidad ni identificación para velar por la comodidad de los demás. No hay necesidad de vivir un conflicto interno ni sacrificar nuestro crecimiento solo por mantener conexiones. Y así como el tiempo pone todo en su lugar, de la misma forma las personas que deben permanecer en nuestras vidas jugarán un rol en estas transformaciones, navegarán con nosotros la incomodidad de adaptarnos a nuestra nueva piel, y celebrarán las cosas de nuestra esencia que prevalecen a lo largo de nuestro crecimiento.

Robert Penn Warren, un poeta estadounidense, escribió sobre el proceso de transformación individual lo siguiente:

“el sentido del ‘yo’ es un estilo de ser, en continua expansión a través de un proceso vital de definición, afirmación, revisión y crecimiento”.

No hace más fácil convivir con estos cambios, pero sí nos ayuda a recordar que nunca dejaremos de crecer y de redefinirnos.

 
 
 

Comments


bottom of page