El valor de la buena compañía
- Si lo Hubiera Pensado Blog
- Sep 11, 2022
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Desde muy temprana edad aprendemos la falsa noción de que estar contentos solo se da en cierto contexto y bajo ciertas condiciones. Desde niños, nos enseñan que la felicidad se encuentra en factores extrínsecos, ya sea en tener una pareja, una carrera o posición específica, bienes materiales, o un círculo social. Y bajo esta premisa nos encomiamos a un ciclo de acciones constantes en esa búsqueda de esa felicidad o bienestar prometido, una búsqueda que termina definiendo nuestra identidad.
El tema es que a medida que crecemos y avanzamos, empezamos a chocar con ciertas realidades y situaciones que nos enseñan que este no es un recorrido tan lineal como esperábamos. Nos enfrentamos continuamente a situaciones que están fuera de nuestro control, y mientras, insistimos en seguir los planes que nos habíamos trazado sin importar las lecciones que se presentan en el camino. Seguimos buscando las cosas que queremos en los mismos lugares, muchas veces siendo éstos los equivocados. Pasamos nuestras vidas enfocándonos en las cosas temporales que nos rodean, en lugar de dedicar tiempo y energía a lo que permanece con nosotros durante toda nuestra vida, nuestro ser.
Paloma Josse, uno de los personajes principales en el libro de Muriel Barbery La Elegancia del Erizo, resume esto perfectamente:
“La gente cree ansiar y perseguir estrellas, pero termina como peces de colores en una pecera.”
Paloma es quizá mi personaje favorito de todos los libros que he leído. En La Elegancia del Erizo, Barbery presenta magistralmente múltiples provocaciones filosóficas a través de Paloma, y su co protagonista, Renée, una conserje erudita que oculta su gran interés cultural e histórico al vivir su día a día con el mayor hermetismo, apegándose al estereotipo de una conserje con poca formación. El libro es narrado a través de los puntos de vista de ambas, quienes, entablan la amistad menos predecible pero más pura, en la que finalmente encuentran la empatía y la afinidad que solo se disfruta con una persona que comparte los mismos valores e inquietudes.
Dicho esto, regresemos a Paloma. Con tan solo 12 años, Paloma inicia la historia con una visión sumamente desilusionada de la vida a causa de la vanidad y las preocupaciones de las personas que la rodean. Su hermana, solo piensa en mantener su relevancia dentro de su círculo social, su madre es adicta a los somníferos, y su padre solo piensa en su imagen política. Paloma, con su gran inteligencia y tenacidad, se siente continuamente desencajada de su entorno, llevándola a sentir un alto nivel de soledad y a sesgar su esperanza ante las posibilidades que traen la vida y las nuevas experiencias.
A través de Paloma quiero resaltar dos realidades: una es la que ella veía en los demás, en la búsqueda constante de aceptación y de su identidad; y la otra es la suya misma, en la que sus percepciones la aislaban de cualquier posibilidad de cambios o descubrimiento. Ambos comportamientos tienen algo en común, y es que nos privan de la oportunidad de hacer cosas extraordinarias, de dejarnos sorprender por las cosas que sencillamente no están en las cartas.
Empecemos por esta búsqueda constante, que mencionábamos al principio de este texto, ya sea nuestra felicidad, nuestra identidad o nuestro bienestar. En fin, que nunca estamos conformes, y siempre creemos que la solución a todas nuestras necesidades se encuentra en factores externos a nosotros. Más allá, atamos nuestro sentido de identidad a la obtención o cumplimiento de estos objetivos. Y muchos de ellos son factores que son cambiantes y que nos obligan continuamente a adaptarnos. Y esta dependencia continua de nuestro contexto nos hace sumamente frágiles y susceptibles a cualquier recurso que nos ayude a mantener la cordura. Paloma en una de sus reflexiones, lo observa así:
“Así vive su vida un hombre, en nuestro universo: tiene que reconstruir sin cesar su identidad de adulto, ese ensamblaje inestable y efímero, tan frágil, que reviste la desesperanza y, a cada uno ante el espejo, cuenta la mentira que necesitamos creer.”
La segunda realidad se refiere a la transformación que sienten nuestras almas cuando encontramos la compañía correcta. Tanto Renée como Paloma, a lo largo del libro, narran sus interpretaciones del mundo desde su soledad. Y ojo, esto no es algo negativo, pues ambas plasman la soledad como un factor productivo y determinante para su intelectualidad y su creatividad. Sin embargo, el punto de inflexión de ambos personajes se da cuando se dejan llevar y se descubren entre sí, entablando una amistad que se vuelve hasta curativa para ambas. Tanto Renée como Paloma reconocen el poder de la amistad para mejorar nuestras vidas, y cómo la buena compañía es muchas veces esa recompensa que continuamente buscamos en nuestras acciones.
“La quietud que sentimos cuando estamos solos, esa certeza de nosotros mismos en la serenidad de la soledad no son nada comparadas con este dejarse llevar, este dejarse llegar y dejarse hablar que se vive con otro, en cómplice compañía…”
La Elegancia del Erizo ilustra quizá una de las moralejas más importantes en tiempos como los que vivimos, en los que continuamente buscamos la validación de los demás, y en el que ponemos nuestro bienestar en manos de factores externos, y no asumimos el rol de nosotros mismos sobre este. Tanto Paloma como Renée presentan un nivel de conciencia sobre sí mismas ejemplar, y nos sirven de referencia para vivir una vida donde enriquecer nuestra esencia es también un factor importante.
Ojo, también nos recuerda que nutrir nuestro ser no se basa solo en conocimiento, nuestra salud, ni nuestros bienes. Una parte fundamental, quizá la más importante, es la compañía de personas especiales con las que sentimos la mayor de las afinidades, y esta es quizá, la mayor recompensa a la que podemos aspirar. Quizá la búsqueda sea esa, encontrar los mejores compañeros para el camino, para que así todo lo que no controlamos, nos sea más leve.
Yorumlar