Reinicios
- Si lo Hubiera Pensado Blog
- Sep 11, 2022
- 6 min read
Hace un año, para estas mismas fechas, escribía con foco en el agradecimiento. No sé si ese escrito fue una premonición o un anzuelo para todo lo que llegó después. Dicen que la vida es eso que pasa mientras hacemos planes, y el 2021 fue un año que me lo dejó claro con varias dosis de realismo, incertidumbres y humildad.
Para hacer lo que sería una historia larga, más corta, básicamente nada salió como quería y tuve que despedirme de todo. Me halaron el piso debajo de mis pies y probablemente mitad del año fue sobrevivir con la eterna sensación de ir en caída libre.
Francamente, a pocos he confesado que adaptarme no ha sido fácil. Por mucho que predico el desapego, siempre existen cosas que son difíciles de desprendernos. De repente las horas dejaron de ser suficientes. Dejé de escribir. Dejé de leer. Un día empezaron las arritmias. Las palpitaciones parecían ser ansiedad. La ansiedad resultó ser depresión. Todo lo que tocaba o vivía lo veía a través de la tristeza. Empecé a ahogar la tristeza en trabajo, salidas, ejercicio, lo que fuera para no parar (funciona, pero el cuerpo no lo agradece).
Es una sensación extraña, sobrellevar la tristeza y a la vez la certeza de que todo lo que sucedió era lo que me correspondía. De que esta realidad es la que me toca vivir.
En el transcurso del año la adaptación a los cambios fue una temática continua. Incluso fue uno de los últimos escritos que quedó en Si Lo Hubiera Pensado antes de esta larga pausa. Se queda corto decir que ha sido un año de transformaciones, sobre todo porque cuando veo imágenes de cómo empecé el 2021 contra como estoy hoy es difícil creer que es una misma persona.
Pero todo tiene su balance y contrapeso, y si algo me trajo esta desorientación que acompaña estos quiebres, fue rescatar muchas de las mejores cosas de mi pasado. 2021 no solo fue un año de cambios, pero también lo fue de reconexiones y reencuentros con esas personas cuyo amor demostró ser incondicional sin importar que tan larga haya sido la ausencia.
2021 en tantos sentidos es un año que marca un antes y un después. Es el año en que decidí sanar sin importar lo mucho que duela. Pero así mismo este año empieza con todo lo opuesto, grandes pasos, responsabilidades e movidas de esas que generan mariposas en el estómago antes de dar el salto.
Sin embargo asumo todo con una nueva perspectiva. Sabiendo que llevo la carga compartida. Consciente de que no estoy sola por más que mi mente quiera engañarme a lo contrario. Hoy, en el primer escrito de Si lo hubiera pensado de este año, quiero compartir cinco cosas que me llevo para este año, y que espero que en diciembre, al recapitular, sigan estando tan presentes o más de lo que están hoy.
El valor de la bondad
Leo Tolstoy calificaba la bondad como la prueba eterna del carácter de una persona. He escrito anteriormente sobre esto, y con cada día que pasa creo más firmemente que es un valor que crece exponencialmente, y que mientras más nos enfocamos en ser bondadosos y mejores, más somos capaces de ver lo mejor en los demás.

Cada cuatrimestre que inicia, me presento ante mis alumnos con mi cita favorita de Tolstoy sobre el tema:
“Nada puede hacer nuestra vida, o las vidas de otras personas, más hermosa que la bondad perpetua.”
Ciertamente creo que nada es más valioso que la capacidad de enfrentar nuestras imperfecciones con empatía, compasión y compostura, y entregar esa vulnerabilidad a los demás en cada una de nuestras interacciones. Ser bondadoso requiere valor, pero hace que todo sea más claro, más fácil, más alegre.
Abandonar el miedo
Si algo tuvo la filósofa Hanna Arendt claro, es que con el paso del tiempo la pérdida de las cosas que amamos y a las que nos aferramos es inevitable, incluyendo la vida misma. Nada es permanente, por lo que no hay necesidad de sentir dudas ni miedos a la hora de hacer las cosas. El apego a la falsa seguridad de la permanencia al final solo nos hace gastar energía sin sentido, nos provoca ansiedades innecesarias, que no nos permiten aprovechar al máximo el presente ni aprovechar las oportunidades que tenemos para vivir y amar.

La intrepidez es lo que busca el amor. El amor como anhelo está determinado por su objetivo, y este objetivo es la liberación del miedo... Esta intrepidez existe sólo en la completa calma que no puede ser sacudida por los acontecimientos que se esperan del futuro... Por lo tanto, el único tiempo válido es el presente, el ahora.
- Hanna Arendt
Cultivar más relaciones
Las relaciones humanas, sobre todo esas que caracterizamos por el amor, ya sean amistades, familiares, o románticas, son un proceso delicado y a la vez desafiante (por no decir atemorizante porque estamos abandonando el miedo).
Y sin embargo, las relaciones implican un proceso de refinar y redefinir continuamente las verdades que nos contamos no solo entre nosotros, sino a nosotros mismos. Son la principal dinámica que evidencia y hace justicia a las múltiples facetas y la complejidad que tenemos como seres humanos. Hay que valorar esas relaciones verdaderamente sinceras, que son nuestro escudo contra el aislamiento, y las que verdaderamente nos acompañarán en el difícil camino de descubrirnos y mejorarnos a nosotros mismos.
Vivir más conversaciones
En tiempos en los que la tecnología ha hecho que nuestras conversaciones consistan meramente en el intercambio de información, se hace sumamente necesario replantear nuestra aplicación de las mismas. El lenguaje es algo mucho más complejo que códigos o intercambios, es una función humana y social que nos acerca. Perdemos infinitas oportunidades de conexión y crecimiento cuando lo reducimos al mero intercambio de información por medios electrónicos.
Si bien Whatsapp, Instagram, Telegram, y todos los derivados, nos ayudan muchísimo a no perder el contacto, nada sustituye el poder y la magia de una conversación hablada, y sobre todo cuando es en persona. La mutualidad y complicidad que se da en el discurso hablado es irremplazable por ningún otro medio.
La autora Ursula K. Le Guin lo describe mágicamente:

El habla nos conecta de manera tan inmediata y vital porque, para empezar, es un proceso físico, corporal. No es mental ni espiritual, dondequiera que termine… La voz crea una esfera a su alrededor, que incluye a todos sus oyentes: una esfera o área íntima, limitada tanto en el espacio como en el tiempo.
El sonido es dinámico. El habla es dinámica, es acción. Actuar es tomar poder, tener poder, ser poderoso. La comunicación mutua entre hablantes y oyentes es un acto poderoso. El poder de cada hablante es amplificado, aumentado, por el entretenimiento de sus oyentes. La fuerza de una comunidad se amplifica, aumentada por su mutuo arrastre en el habla.
[…]
Por eso la expresión es magia. Las palabras tienen poder. Los nombres tienen poder. Las palabras son eventos, hacen cosas, cambian cosas. Transforman tanto al hablante como al oyente; alimentan la energía de un lado a otro y la amplifican. Alimentan la comprensión o la emoción de un lado a otro y la amplifican.
El concepto del legado
Creo que en algún momento todos hemos soñado con hacer cosas grandes. Con impactar a muchos en nuestras vidas, con ser recordados por nuestras acciones o logros. Mientras crecemos nuestras vidas se hacen más, mundanas podría decirse. No todos vivimos esas vidas únicas que permiten tener un alto alcance e impacto con nuestras declaraciones y manifestaciones. Quizá tampoco estemos en esas posiciones de alto impacto o de servicio social. Pero eso no reduce en ningún sentido nuestra capacidad de dejar una huella.
En un año con muchos momentos bajos, mi posible legado ha sido en muchas ocasiones lo que me ha hecho levantarme en las mañanas. Lo que puedo ofrecer y enseñar a mi equipo caminando a su lado, el empoderamiento que veo en mis alumnos según evolucionan los ciclos académicos. Si algo aprendí en 2021 que se vuelve foco en el 2022, es que el legado que dejamos está en las cosas pequeñas. En compartir con bondad esos pequeños momentos de revelación, de curiosidad, a veces de frustración, y naturalmente siempre los de alegría.
Con estas cinco cosas, empiezo un año en el que mi principal resolución es lograr mi bienestar. Sanar, encontrar mi paz. Es el primer año en mucho tiempo que lo asumo como un lienzo en blanco, sin planes claros, sin agendas. Pero sé que pase lo que pase, estará bien, porque la vida pone todo en su lugar, y aunque quizá en el momento no me de cuenta, todo lo que suceda es lo que corresponde para llevarme a donde tenga que estar en el futuro.
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